El principio y el fin, el agua y el fuego, el blanco y el negro, Gonzalo Miró y Albert Einstein. Como ejemplificación de este antagonismo también podríamos incluir tele norteamericana y tele italiana.
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo Emilio Aragón -ahora respetable director del Grupo Árbol, de Globomedia y de La Sexta, por entonces Milikito- se fue a los USA para "tomar ideas" de la tele que se hacía allí con el objetivo de ponerlas en marcha aquí. Vips Noche o el look de esmóquin y zapatillas son ejemplos del resultado. Por lo visto quién más tarde se convertiría en el Doctor Nacho, Nachete Martín, se tiró una semana enterita sin salir de la habitación del hotel en que se alojaba en el país del Whopper tomando nota de todo lo que echaba la caja tonta. El resultado de vuelta a España gozó de cierto éxito y convirtió a Emilio Aragón en un gurú televisivo como pocas veces se había visto en estas tierras. También cabe decir que a la par que se daba esta revolución guay, Telecinco comenzaba a asentarse como modelo de televisión dadá, no olvidemos que el universo berlusconiano parió cosas como las Mama Chicho, Las noches de tal y tal, La quinta marcha o Contacto con tacto.
El yin y el yan. El breve periodo de tiempo entre viaje y viaje, entre Estados Unidos, e Italia le hace a uno darse cuenta de diferencias abismales e irreconciliables entre el nuevo y el viejo mundo, televisivamente hablando, of course, por lo menos en la franja del prime time norteamericano y transalpino disfrutado de vuelta al respectivo hotel.
El yin. No hablaré de la cantidad de canales porque aquí también los tenemos gracias a la TDT. El contenido, lógicamente, es otro cantrar. Cada cadena tiene su propio late night show, y los que no son buenos son brillantes. David Letterman, Jay Leno o el genial Jimmy Kimmel (en la foto, un tío que ha sido capaz de hacer esto y esto otro) le dan mil vueltas al mejor Buenafuente, a mi entender el mejor ejemplo de este tipo de programas trasladado al ruedo ibérico.
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo Emilio Aragón -ahora respetable director del Grupo Árbol, de Globomedia y de La Sexta, por entonces Milikito- se fue a los USA para "tomar ideas" de la tele que se hacía allí con el objetivo de ponerlas en marcha aquí. Vips Noche o el look de esmóquin y zapatillas son ejemplos del resultado. Por lo visto quién más tarde se convertiría en el Doctor Nacho, Nachete Martín, se tiró una semana enterita sin salir de la habitación del hotel en que se alojaba en el país del Whopper tomando nota de todo lo que echaba la caja tonta. El resultado de vuelta a España gozó de cierto éxito y convirtió a Emilio Aragón en un gurú televisivo como pocas veces se había visto en estas tierras. También cabe decir que a la par que se daba esta revolución guay, Telecinco comenzaba a asentarse como modelo de televisión dadá, no olvidemos que el universo berlusconiano parió cosas como las Mama Chicho, Las noches de tal y tal, La quinta marcha o Contacto con tacto.
El yin y el yan. El breve periodo de tiempo entre viaje y viaje, entre Estados Unidos, e Italia le hace a uno darse cuenta de diferencias abismales e irreconciliables entre el nuevo y el viejo mundo, televisivamente hablando, of course, por lo menos en la franja del prime time norteamericano y transalpino disfrutado de vuelta al respectivo hotel.
El yin. No hablaré de la cantidad de canales porque aquí también los tenemos gracias a la TDT. El contenido, lógicamente, es otro cantrar. Cada cadena tiene su propio late night show, y los que no son buenos son brillantes. David Letterman, Jay Leno o el genial Jimmy Kimmel (en la foto, un tío que ha sido capaz de hacer esto y esto otro) le dan mil vueltas al mejor Buenafuente, a mi entender el mejor ejemplo de este tipo de programas trasladado al ruedo ibérico.

La calidad de la gran mayoría de series tampoco es cuestionable, gracias al DVD, a la emisión por canales de aquí -los de pago, La Sexta y Cuatro principalmente- y a internet, uno puede descubrir producciones a las que cuesta no engancharse.
Incluso de la publicidad podríamos aprender, concisa, con un público objetivo bien definido, sugerente, nada estridente, limpia.
El yan. Creo que la mejor manera de describir las impresiones sobre la televisión italiana -con la RAI y Mediaset como buques insignia- sería decir que se quedó estancada en la época colorista y hortera que tuvimos aquí con los Jesús Gil, Loreto Valverde, Xuxa o Agustín Bravo. A fin de cuentas, il capo del bussiness allá en el Telecinco de los 90 es el mismo que parece haber creado un libro de estilo para la tele italiana de ahora, il Cavagliere. Da igual zapear, el percal es similar en todas las cadenas.
Hablemos del prime time. Raffaella Carrà, eterna Carrà, presenta un "programa de variedades" (lo rancio de la expresión le viene al pelo), mezcla de Sorpresa sorpresa y Noche de fiesta aderezado con un ballet de efebos en calzoncillos que si ya de por sí no provocan grima, amenizan los impass del programas con coreografías y canciones que alcanzan indescriptibles cotas de vergüenza ajena (recuerdo una en particular, "Siamo bellisimi", que a más de uno le hará decir que no tienen abuela los muchachos; en caso de que la tengan no creo que se sientan orgullosas las pobres).
Incluso de la publicidad podríamos aprender, concisa, con un público objetivo bien definido, sugerente, nada estridente, limpia.
El yan. Creo que la mejor manera de describir las impresiones sobre la televisión italiana -con la RAI y Mediaset como buques insignia- sería decir que se quedó estancada en la época colorista y hortera que tuvimos aquí con los Jesús Gil, Loreto Valverde, Xuxa o Agustín Bravo. A fin de cuentas, il capo del bussiness allá en el Telecinco de los 90 es el mismo que parece haber creado un libro de estilo para la tele italiana de ahora, il Cavagliere. Da igual zapear, el percal es similar en todas las cadenas.
Hablemos del prime time. Raffaella Carrà, eterna Carrà, presenta un "programa de variedades" (lo rancio de la expresión le viene al pelo), mezcla de Sorpresa sorpresa y Noche de fiesta aderezado con un ballet de efebos en calzoncillos que si ya de por sí no provocan grima, amenizan los impass del programas con coreografías y canciones que alcanzan indescriptibles cotas de vergüenza ajena (recuerdo una en particular, "Siamo bellisimi", que a más de uno le hará decir que no tienen abuela los muchachos; en caso de que la tengan no creo que se sientan orgullosas las pobres).

Momento late night: El show de Maurizio Costanzo (en la foto, suponemos que entrevistando al hombre que ostenta las patillas más pobladas del país). No he visto cosa tan rancia y apolillada como este programa. Plántense unas sillas en el escenario de un teatro -algo ya visto en Telecinco, recordad "Hablando se entiende la gente/basca" (leído de un tirón parece un primer paso para un proceso de paz). Complete el aforo con tres autocares de jubilados y preséntese por un señor bajito, con bigote y gafas colgadas de la punta de la nariz, muy mayor y con tirantes. Se alza el telón, musiquilla otoñal, aplausos y Maurizio lee unos folios. ¿Monólogo humorístico? No, monólogo soporífero, trascendental sobre su programa, los invitados, el debate... El programa, de entrevistas a personajes igualmente caducos y otoñales, en un momento retrocede en el tiempo 10 años para mostrarnos el antes y el después de una entrevista a un señor que vuelve a estar allí una década más tarde. El paso de los años se nota en el entrevistado, más mayor, con arrugas, medio calvo... en el presentador también se nota pero a la inversa, 10 años antes también parece más mayor. En definitiva, un programa naftalínico y gagá hasta decir basta. "De referencia en Italia" leo en alguna web. Pues eso.
¿Las series? El peor episodio de El comisario o Rex, la serie esa del perro policía (ojito con la tele alemana, por cierto) son jodidas obras de arte en comparación.
¿La publicidad? Colorista, estridente, con actores que hacen creíbles los testimonios del Cillit Bang.
En fin, en comparación la tele de aquí parece algo... jamás diría digno... la hace menos mala. Se que fuera de contexto esta reflexión no tendría razón de ser, jamás la afirmaría, pero es que recordando la caleidoscópica orgía febril de luz, color, silicona y caspa de la tele berlusconiana, uno juzga con mejor criterio, que no hemos alcanzado aún una dimensión que ni en las pesadillas de El Bosco. Aunque al tiempo...
Nota. No estoy seguro de la última afirmación. "¿Es cierto que te gustaría ver a tu prima desnuda rodeada de mandriles sobreexcitados disfrazados de árbitros de fútbol americano mientras una orquesta compuesta por mariachis y acordeonistas interpretan las obras completas de Chopin en un anfiteatro romano una soleada tarde de abril?" "No". "Eso es... MENTIRA".
¿Las series? El peor episodio de El comisario o Rex, la serie esa del perro policía (ojito con la tele alemana, por cierto) son jodidas obras de arte en comparación.
¿La publicidad? Colorista, estridente, con actores que hacen creíbles los testimonios del Cillit Bang.
En fin, en comparación la tele de aquí parece algo... jamás diría digno... la hace menos mala. Se que fuera de contexto esta reflexión no tendría razón de ser, jamás la afirmaría, pero es que recordando la caleidoscópica orgía febril de luz, color, silicona y caspa de la tele berlusconiana, uno juzga con mejor criterio, que no hemos alcanzado aún una dimensión que ni en las pesadillas de El Bosco. Aunque al tiempo...
Nota. No estoy seguro de la última afirmación. "¿Es cierto que te gustaría ver a tu prima desnuda rodeada de mandriles sobreexcitados disfrazados de árbitros de fútbol americano mientras una orquesta compuesta por mariachis y acordeonistas interpretan las obras completas de Chopin en un anfiteatro romano una soleada tarde de abril?" "No". "Eso es... MENTIRA".