
Las promos que TVE emitió hace unos meses de esta serie avanzaban las aventuras de un justiciero mitad ninja, mitad protagonista del videojuego "Assessin's creed", todo ello en un castizo siglo XVII. Ya por entonces la cosa sonaba ridícula y estrambótica hasta decir basta, por lo que echarle un vistazo a la serie era obligatorio.
Para empezar, decir que las inexactitudes historicas del "producto" son de juzgado de guardia. Niños de clase humilde con gafas, escribiendo en cuadernos (en vez de hacerlo en tablillas de cera), un lenguaje propio de la tasca de los Serrano (con perlas como "te va a caer la del pulpo"), encorsetados vestidos femeninos que hacen imposible mirar a la cara a una dama (al quedarle esta oculta tras sus pechos), dentaduras perfectas, ausencia de personajes de edad avanzada, secretas sociedades con aviesas intenciones ligadas al poder establecido, convivencia total entre los extremos de las clases sociales y un etcétera que crece según avanza la serie.
Bueno, aunque la producción sea mala a lo mejor la realización es decente. Pues tampoco. Si técnicamente existe un detalle que hace que las series yanquis estén a años luz de las españolas es precísamente la iluminación, Sin utilizarse de forma criminal, el "producto" adolece de esa falta de naturalidad en el empleo de la luz ta propia de la factoría Telecinco (no hay que olvidar que detrás de la serie está Globomedia y Daniel Écija) ¿Por qué esa necesidad de iluminarlo todo, de que no haya sombras, ni penumbra, de que parezca lo mismo una escena costumbrista del siglo XVII, el salón de la casa del doctor Nacho, Nachete, Martín, o la sala de mandos del Enterprise? Y no hay que olvidar que esa utilización de la luz podría suponer un obstáculo para un héroe justiciero que ha de ocultarse en las sombras. ¿Solución? Hagámosle aparecer, por arte de birlibirloque, en plan Spiderman, cayendo de las alturas, para regresar a las mismas, una vez repuesta la honra, escalando con una pericia que ni las salamandras. ¡Viva! Otro problema derivado del uso semi-abrasivo de la luz es que la abundante presencia del cartón piedra en la serie cante demasiado (algunos decorados no valdrían ni para el Cortylandia).
Otra cuestión que cojea más que el doctor House es el sonido. En una de las escenas del primer episodio de la serie quedó patente asimismo la escasa pericia del responsable del montaje de sonido, esa categoría premiada en los Oscars y que tantas veces se confunde con la del sonido a secas. Espero, de paso, que el ejemplo ofrezca luz al asunto: Francis Lorenzo (el grande), comisario (que no alguacil de la corte, nuevo despropósito de documentación) se dirige a un grupúsculo de señores encapuchados (vestidos con trajes de Caperucita Roja -color que enlaza con el título de la producción- tamaño XXL), cerebros de una sociedad secreta. Suponemos que los actores que interpretan a estos personajes o bien tienen la voz aflautada o bien un acento regional de órdago, porque están doblados, con un registro de voz más grave y profundo. Ahora bien, el responsable del montaje de sonido se olvidó de acoplar el doblaje al sonido ambiente, por lo que cada vez que Francis Lorenzo (el grande) entra en la críptica sede del contubernio e interpela a los enigmáticos encapuchados, estos responden del mismo modo que los patos al graznar, ni tienen eco, ni se escucha el crepitar del fuego de fondo al mismo nivel, ni se percibe la direccionalidad de los micrófonos, cosa que sí ocurre con el personaje del comisario (el grande) en la misma escena. Así que una de dos, o el responsable del montaje de sonido es un incompetente de cojones o desde un principio se han querido dar connotaciones ultraterrestres a los encapuchados conspiradores (y siendo la serie como es, no estaría seguro de cuál es la opción correcta).
El equipo actoral sobre el que se sustenta la serie sea quizá lo mejor. Aún así, a quién le importa que lo compongan David Jenner (Compañeros, Los hombres de Paco), Myriam Gallego (Periodistas, Hospital Central), Erika Sanz (Un paso adelante, Mis adorables vecinos), Javier Gutiérrez (sin duda el peor actor que ha dado el cine español, mundial, sonoro y en color) o un niño que salía en Yo soy Bea. Si por algo la serie es lo que es y llamó mi atención es por contar con Francis "Tio Julito" Lorenzo (el grande). Miembro de la triada maldita (gracias a Efecto F), junto a Máximo Pradera (Maldita la hora) y Pepe Navarro (La sonrisa del pelícano), cuyos futuros profesionales hundió Antena 3 al ponerles a hacer la competencia a Crónicas Marcianas a finales de los 90, este actor es el único que parece tomarse, si no con humor, directamente a cachondeo la serie que nos ocupa. Este punto lo refuerzan declaraciones como "Soy capaz de interpretar cualquier personaje, me encantaría alguien de Los Soprano, por ejemplo" (20 Minutos) o "A veces, cuando me fijo en mi personaje -el comisario de A.R. (no confundir con Ana Rosa)-, me doy miedo a mí mismo" (Supertele), que hacen que Francis Lorenzo (el grande) ponga su talento en la serie que nos ocupa pese a sus limitaciones (las de la serie, vive Dios).
Quizá sea este personaje el responsable de que la serie sume una media de 5 millones de espectadores por capítulo y un 26% de share, cifras nada desdeñables reservadas a grandes eventos deportivos o pelotazos bendecidos por la audiencia. Con el éxito de que goza Aguila Roja, sus responsables ya han admitido que las inexactitudes de la serie -sobre todo en lo que respecta al lenguaje- se deben a una revisión de la época retratada que hace más accesible el argumento de cara al público indocto, ávido de aventuras mil. En la presentación de la serie se llegó a comentar que ya era hora de tener un héroe al estilo de El Zorro en su versión más cañí (¿nadie conocía La máscara negra, aquélla mítica serie protagonizada por Sancho Gracia que bebía directamente del mencionado justiciero y lo mezclaba con ciertos aires de su predecesora, Curro Jiménez?).
Visto todo esto, no es de extrañar que en un futuro próximo tengamos una segunda temporada de la mejor serie de Europa, esperemos que con unos niveles de calidad, tanto documental (no sea que al final el protagonista de la serie se desplace en un batmovil), como técnica (porque terminarán colando en las escenas de acción el consabido efecto Matrix, y si no, al tiempo), que no den pie a cambiar de especie ornitológica para que la serie no termine siendo conocida como "Tordo rojo", un nombre que en algunos aspectos de lo que llevamos visto de la serie, le viene que ni pintado.