La gente no se echa masivamente a la calle por un literal amor al arte; por lo menos la inmensa mayoría. Por lo que a mí respecta, ha podido ser mi tercera y última incursión en esta feria, en la que parece necesario echarse a las calles como si se celebrase el final de una guerra. Celebrar. Gran verbo que los medios -todos- han conjugado hasta el hastío con el complemento directo del sustantivo "cultura". Los ciudadanos se echan a la calle para celebrar la cultura. En caso de que la cultura mereciese ser celebrada -bueno, excusados quedan los que celebran descubrirla por primera vez y comprueban que por lo general no tiene efectos secundarios-, no veo esa necesidad de hacerlo público. No creo que lo lógico sea echarse a la calle cual lemming, lo normal sería dejarse caer por un museo o exposición -que se hizo-, pero no sólo por este orgiástico festín, aprovechando otras fechas menos masificables.
Ingenuo de mí, el primer intento por celebrar esta noche en blanco fue la exposición Tesoros sumergidos de Egipto, en las naves del Matadero, que abría sus puertas a las 20.30. Una hora más tarde allí estaba. La cola desaparecía en el horizonte. Los 13 euritos de la entrada me duelen lo que a todo el mundo, pero la cola la espera Rita. Como cuando la cultura deja de ser gratis interesa menos, no tendré que esperar colas para cuando pague la entrada en próximas fechas. Y después podré decir que bien mereció pagarla o quejarme de lo que quiera. Dándose un paseito por la información que genera esta noche en blanco, uno se da cuenta de la cantidad de críticas que afloran sobre las actividades, eventos y exposiciones. Quejas por las colas, por la falta del interes presupuesto hacia lo visitado, por modificaciones del programa... Incluso hubo quien tildó de vergüenza el hecho de que Jade Kinder-Martin, el funambulista que iba a cruzar del Instituto Cervantes al Círculo de Bellas Artes sobre el alambre, cancelase su performance por el peligro que suponía el viento. Coño, hazlo tú. ¿Has pagado algo por verlo? ¿llevas dos horas esperando en la calle Alcalá -con una temperatura de lo más fresquita- obligado por alguien? Hay gente que parece no caer en estos dos puntos: 1, las actividades son gratuítas, y 2, uno está allí porque quiere. Que dirán que gratis del todo no es, que lo pagamos con nuestros impuestos (cómo se le llena la boca a la gente cuando habla de sus impuestos), aunque la financiación de los eventos sale de los fondos de la UE y de iniciativas privadas -leánse publicidad y patrocinios-.

En estos tiempos de crisis, un ahorrillo a la hora de acceder a la cultura (lo bueno es poder acceder a ella, más allá de celebrarla) se agradece. Las muestras y exposiciones extraordinarias de museos o centros afines también. El problema de esta socialización del arte es que en muchos casos desaparece el criterio, por más motivos o intereses que tenga la masificación. Siempre habrá soluciones, como en este año el caso de la ermita de San Antonio de la Florida. Ahora bien, las visitas a centros que abren todo el año no creo que vuelvan a coincidir con una nueva edición de la noche en blanco.
Lo triste del asunto es que muchos pasaron la noche precísamente así, en blanco, por no poder cumplir con el mapa de ruta trazado, con un buen puñado de exposiciones o museos con colas kilométricas y que, sin más remedio, quedarán para futuras celebraciones culturales.