Nada más llegar a casa esta noche a casa me encuentro con la noticia de las ampollas que ha levantado la decisión de la Royal Academy of Arts de Londres de nombrar a la artista Tracey Emin como comisaria del Summer Show, tradicional exposición de renombre en época estival que viene celebrándose en este centro desde 1769. ¿El motivo? Básicamente que Enim se hizo famosa en los círculos artísticos británicos por ser autora de obras -fotografías, pinturas y video-arte- con una carga repleta de sexo explícito y truculencia.
El caso es que si me ha llamado la atención la noticia es porque la he leido, como decía, nada más llegar a casa después de haber visto esta misma tarde la exposición "Rodin, el cuerpo desnudo" en la Fundación Mapfre. Una exposición con un interés enorme, puesto que acompañando poco más de una veintena de esculturas, recogía numerosísimos dibujos -procedente todo ello del museo Rodin parisino, que debe haberse quedado medio vacío-, que mostraban los bocetos que a vuelapluma podían derivar finalmente en obras magistrales. La importancia y originalidad de esta exposición radica en el uso del desnudo en Rodin, que lo aisla de recurrentes temas míticos, religiosos o legendarios (pensemos en los desnudos que anteriormente nos había dejado el arte, siempre con referencias a Venus, a San Sebastián o a Hércules, por ejemplo), para centrarse simple y llanamente en una dedicación exclusiva por el estudio de los cuerpos. El erotismo de la obra expuesta resulta obvio, en las esculturas y sobre todo en los dibujos.
La manera de proceder de Rodin a la hora de realizar estos últimos consistía en pedir a sus modelos que camparan desnudos libremente por su estudio. Cuando encontraba la pose que consideraba adecuada, el artista le pedía al modelo que se detuviese y utilizando la vertiente pictórica de lo que viene conociéndose como escritura automática bosquejaba rápidamente los trazos desde el ángulo escogido. El resultado ofrecía poses poco academicistas, y en no pocos dibujos los sexos de los modelos quedan reflejados de forma más que explícita. Sin embargo se puede ver claramente un objetivo centrado en dominar las formas del cuerpo humano, sobrepasando las limitaciones de artistas de otras etapas, destacando lo mundano, lo cotidiano, sobre la solemnidad. En la época en la que Rodin se dedicó a estas lides -finales del siglo XIX, una explosión de arte condensado en varias exposiciones universales- no llamó la atención lo explícito de su obra (los dibujos, lejos de conformar un gabinete privado, eran exhibidos por su autor con orgullo), sino que fue loada su capacidad por dominar el desnudo desde todos los ángulos posibles.

Ahora bien, hablábamos de Tracey Enim. El dibujo superior es suyo. El de abajo pertenece a Rodin. Si bien he tratado de reflejar un lado más "soft" de la artista británica, a simple vista se parecen bastante, abordan el reflejo de la fisionomía humana desde un punto de vista alejado de los cánones estéticos clásicos, por así decirlo. Ahora bien, si escarbamos en el catálogo objeto de la polémica que presenta Emin, vamos encontrando cosas que distan del sentido del desnudo en la obra de Rodin. Un montaje de una cama deshecha con ropa interior sucia, preservativos usados y restos de basura ("My bed", obra más famosa de la propia artista), otro de una cebra copulando con una mujer, otra de un manojo de penes y dedos que proyectan una sombra, un video de una mujer desnuda que baila con un hula hoop de alambre de espino que la va desangrando... en fin, es fácil hacerse una idea.
Lo que sí comparten los dos artistas es que ambos consiguieron su objetivo. Rodin que se le reconociera su maestría a la hora de plasmar el desnudo; Enim sembrar polémica.
Creo sinceramente que la definición que alguien hizo del arte, como algo que conmueva, que posicione a favor o en contra, es limitadísima. Provocar es muy fácil, y hay quien lo entiende como el objetivo primordial del arte. Así ha ocurrido en el Reino Unido, donde las críticas más válidas, las de otros académicos y artistas que participan o han participado en exposiciones en el Royal Academy of Arts, no responden al puritanismo más censor, sino al engaño de presentar cualquier cosa como arte escudándose en que cuanto más ofende y provoca más altas cotas alcanza. Y no hace falta irse tan lejos, ahí está ARCO, la feria más sobrevalorada y engañabobos que a mi juicio existe en España.
Así que mejor nos quedamos con las impresiones de la exposición de Rodin. Y a seguir la programación de lugares como la Fundación Mapfre, la Juan March o el Caixa Forum, cuya única polémica que pueden atribuírseles es la falta de publicidad de muchas de las exposiciones que desarrollan a lo largo del año.