02 junio 2008

El fin del capitalismo

Por más poses que quiera adoptar, no me consiero una persona versada en el mundo de los toros, aunque bien defiendo a capa y espada (nunca con mejor sentido) esta inmemorial forma de cultura cuando se mentan la feria de San Isidro y la plaza Monumental de Las Ventas. Tomando como símil otro de los pilares de lo celtíbero, el fútbol, me pasa como a quien sólo ve los partidos de fútbol del equipo de sus amores. Desde los altos en el camino que hacía para preparar los exámenes de BUP para ver cada tarde las corridas de la feria en el Canal Plus hasta el ambiente que rodea Las Ventas desde mediados de mayo hasta bien entrado el mes de junio, con los aledaños de la plaza, a dos pasos de mi casa, hirviendo de gente. En este inpass, uno se ha ido quedando con algún apunte del interesante mundo del protocolo taurino, especialidad en la que uno de mis mejores amigos, Juanma, por más modestia que pretenda mostrar, bien puede presumir de ser toda una eminencia en la materia.

El protocolo taurino recoge todas las peculiaridades del arte de la lidia, y por lo tanto se ocupa igualmente de la terminología propia e inherente, históricamente, del mundo de los toros. Así encontramos ocupaciones como la de apoderado, matador, picador, banderillero, monosabio e incluso la de capitalista. El Cossío, Biblia, Corán y Torah de la tauromaquia, define a este último como "aficionado modesto y entusiasta que se arroja oficiosamente al redondel a cargar en hombros al matador triunfante, una vez acabada la lidia del último toro". El término de capitalista viene del capital que el interfecto cobra, pues nadie hace nada por amor al arte, existiendo constancia de broncas a hostia limpia en la salida de la plaza por conseguir ocupar tan curiosa labor. Que nadie carga porque sí sobre sus hombros al triunfador de la tarde desde la misma puerta grande del coso hasta el lugar donde el apoderado finalmente lo recibe y recoge, existiendo casos documentados en los que el matador ha terminado pisando el suelo a la altura de Manuel Becerra o de Pueblo Nuevo, en un colosal ejercicio por parte del capitalista de turno que, en casos como estos, bien ganado tiene su dinerito.

Sin embargo, esta figura ha venido cobrando cada vez menos peso, y ese modesto y entusiasta espontáneo ha venido siendo sustituido por profesionales del oficio que forman parte de la cuadrilla del torero en las ferias madrileñas.

En esta foto tenemos la prueba de que la figura del capitalista, si bien no ha desaparecido si contamos con su función de cargar con el torero (rejoneador en este caso), ha perdido ese toque popular que tenía, esa opción que ofrecía a aquellos que no dudaban en subirse encima a un individuo y pasearlo hasta dios sabía dónde por una propinilla nada despreciable. En la imagen el rejoneador Diego Ventura saliendo de la puerta grande tras haber cortado 4 orejas en la segunda de esta suerte y última corrida de la feria de San Isidro. Debajo del mismo, se puede observar que quien lo lleva en hombros luce el nombre del rejoneador en la gorra y en el polo. Luego ya no se da la oportunidad a nadie fuera de la cuadrilla. Sin capitalistas, pues, no hay capitalismo, que se lo digan a Marx y a Hegel...

NOTA 1: Podría ser que esta profesionalización de la figura del capitalista sólo se de en Madrid y que siga existiendo en su forma tradicional en otras plazas del mundo, pero solo Las Ventas me pillan al lado de casa... (y tampoco estoy mucho por documentarme, la verdad sea dicha)
NOTA 2: No, no es Prosinecki.

No hay comentarios: